PEDRO RIVERA

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DESPUÉS DEL ALBA

Ha llegado el momento. Se derrama
la voz del hombre. Palpo su cansancio
su fina tierra, su ademán de mundo;
y todo viene a ser ojal, ceniza,
arroyos y cuadernos y palabras
--las cosas mismas en su mar de asombro-
¬las islas, los sepulcros donde el grito
es un cadáver más de aquellos muertos.
Yo no sabría decirte de que forma
meto la mano en tus quejidos hondos,
ni de que forma puedo tocar las voces
viajando por la sangre como cuerdas
de insondables guitarras desprendidas.
Pero todo es lo mismo. Todo viene
en un guante de muerte almacenado:
la lluvia, la tristeza, los balcones
donde el hombre se inicia saludando
porque estas son, si te dijera, hijo,
las voces del dolor que trajo el alba.

 

LOS PRIMEROS NOMBRES

La Patria es el panal y la guitarra.
El sueño azul y el resplandor ajado.
El seno maternal sobre la tierra
y los niños que juegan en el patio.
La Patria no es el rostro de la noche.
Es el labio sensual y el rostro claro,
una bala creciendo por mi sangre
y un grito desprendido de la mano.
Es la niña que esconde de la niebla
su pubertad y su jazmín violado;
el silencio que habló para la vida
miel de despojos y flamear de harapos.
Todo ha ido creciendo desde entonces:
el amor de la novia como un faro
en la noche del mar o en la esperanza
y en la luna nuclear de nuestros brazos;
la lágrima perdida en su dulzura,
la mañana en el pico de los gallos,
el beso de San Judas en la Patria
como un antiguo pétalo de fango.
Todo ha ido creciendo en la violencia
de la misma violencia de mi mano;
el amor de mi madre y mis hermanas
y la pálida ternura del arado,
el hombre galopando sus edades
y creciendo en la aurora del trabajo.
Estos ojos heridos que no miran
hace siglos que están y están mirando
a las cosas de entonces sin sentido
que adquieren su follaje enamorado:
un niño solo en medio de la calle,
la rosa y el amor de los soldados.
La casa donde se iza la bandera
y la tierra cansada de sus párpados
de tanto abrirse para tanta muerte
y de cerrar su corazón humano.
Tantas vidas se fueron despidiendo
en tanto tiempo y en tan cortos años
que parece que el aire nos faltara,
que el hombre y que la vida fueran Mayo.
Se fue Girón y su camisa blanca;
amaneció su sangre y sin abrazo.
Se fue Jiménez por la tarde entera
y la aurora bajaba con Eduardo
y de los tantos seres que se han ido
que solo solo solo voy quedando.
¿Dónde entonces meter todo la furia,
todo el odio que sale de este llanto,
todo este amor que siembra mi palabra,
toda la vida y este amor sembrado?
Tanta sangre reunida y tanta piedra,
tanto cadáver en ton pocos años,
las vidas y mi vida amontonada,
las tumbas y la sombra bajo un árbol,
los muchachos muriendo desde entonces
y !a noche con senos tan amargos.
Tantas vidas partiendo a medianoche
y tantas voces que me van llamando.

 

CUANDO NOS NAZCA UN HIJO

Cuando nos nazca un hijo yo quiero que parezca
un cielo siempre tuyo y un barro siempre mío
porque un hijo nuestro será como una sombra
que marcha junto a mí circundada de abrazos.
Será agua clara, piedra, sonido de guitarra
y lo que siente un padre cuando se siente hijo
y si vive sus años mirando como miras
será porque ha nacido del fondo de la tierra.
Quiero que su alfabeto lo aprenda de memoria
y repita tu nombre cuando pasen los años
y diga paz o Pedro o Pedro simplemente
como si desde entonces me hubiera conocido.
Que forme con las letras de mis viejos cuadernos
su lección de cariño y su clase de vida
y que odie el hambre ajena como a la suya propia
y el pan que otros clavaron en su cruz de madera.
Aprenderé a mirar como miran los niños
-así como tú miras y como mira el mundo-
porque un hijo tuyo será como un espejo
desde donde tus ojos me estuvieran mirando.
Y al tomarlo de ti será como tomarte
como ahora te tomo en la tarde más clara
por eso si te anuncias mi corazón se siente
como si un mar de niños se arrullara en mis brazos.

NOMBRE

Donde el silencio crece y donde el trino
desnuda el corazón de las campanas
escribiré las letras más humanas
con sangre de Pinzón y dardo fino.
Guitarras en la noche del camino
y consignas hiriendo las mañanas;
no silenciar su nombre en las ventanas
si decir Polidoro es un destino.
Se apagaron con él algunas cosas
y nos mojan sus aguas amorosas,
su corazón azul y su honda pena.
El pan de la canción cayó tendido:
renace en mi palabra el tono herido
y sangro con Pinzón a sangre llena.

© Pedro Rivera
(Panamá - 1939)

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