SONATA MARINA


 

 

Se levantan mareas imprevistas sobre columnas de la tarde. Bosteza el verano un hálito rojizo. Caricias marinas se aparean desde un lúdico sueño que no se resigna a perecer. Los obliga a ser esclavos de un destino marcado en las barajas.

Cruje la señal de una cadencia antigua que irrumpe por paredes hasta colgarse de pentagramas autografiados de blancas y negras cicatrices. Un olor insurgente precipita su áspera melodía de azahares recién abiertos.

 

Ella reconoce el ritmo.

Bebe sus notas

y saborea

madrugadas dormidas

sobre campos de sal.
A orillas de la tarde nacen alas de papel que piden abrir las celdas sempiternas. Entre los pliegues de su enagua, ella esconde la llave para impedir que se filtre la bruma en el espacio abierto al infinito. Intuye tiempos distantes de promesas que enterraron bajo cenizas de alquitrán. La duda que escala por áridos balcones no descansa en los surcos del árbol que recompone claves sobre la madera de su violonchelo. Vagan los sonidos por los hombros, suben por tobillos y merodean a su antojo hasta adueñarse de todos los rincones.
¿Porqué buscan morada entre sus manos? ¿Porqué tocan
su costilla más rebelde?
No hay relojes para acortar distancias, ni tórridos sacrificios para descorrer nubes de caramelo. Sólo nueve lunas suspendidas y una gota huérfana que se suicida irremediablemente entre los labios.Intenta sacudir a las mariposas monarcas que han invadido su pequeño continente, pero sólo responden al flautista pirata que perdió su instrumento en un pantano oscuro. ¿Porqué no fenecieron ante el muro tallado de calendarios sin fechas?

Ella sabe que las redes regresan con las olas 

sabe que los sentidos

responden a una química irrepetible 

que la memoria es fiel

a los misterios.

Pero también sabe que sólo acercará sus dedos al piano, si sospecha que aún quedan vestigios de brasas en el centro del carbón mohoso.

Alguna vez escuchó al mar reclamarle la espuma que se había pegado a su piel cuando partió hacia tierra firme. Sabe que el eco sigue golpeando cada latitud irreverente para enlazarla al fondo de su cauce con la dulce constancia de estrangular su voz. Que aún persiste la osadía de arrastrarla hacia su mundo submarino para arrancarle cada poro con su lengua.

Pero ella no le teme a los dragones ni a mares ni a tornados.Se deja enredar la cabellera en laberintos sin puerto encastrados de esquirlas. Se desnuda de algas y se asoma
hasta la playa virgen.
Poderosos brazos de agua la envuelven, la incitan a entrar en una espiral de peces ciegos. Puede intuir su aliento sobre la carne abierta, la húmeda sonata entre sus muslos, un puñado de arena que invierte prismas en su ombligo. Un mástil náufrago se incorpora sobre el manto acuoso dejando en la superficie un hálito impreciso ante un aletear de pétalos silentes.

Y allí los ojos que lastiman

al cruzar la mirada

en un duelo perfecto

frente al abismo

del ardiente

vocablo.
Un sostenido musical se estremece en maremotos. Deshoja partituras que confunde océano con cielo. Sólo una nota puede quebrar la sinfónica entrega que ha quedado en suspenso al exhalar la misma cuota de sed.Hieráticamente muda, ella detiene al viento sobre una escala fugitiva de crestas rabiosas. Aún no escucha al laúd de la noche templar sus cuerdas transparentes.Cautiva del encanto se disuelve en un diluvio que le gana los vacíos al bajar por la línea de su espalda. Se hunde, se disgrega, se marcha con el día.

Y ella espera ...  

transcribe los acordes

desde su acantilado

opaco

ante la intriga 

traduce clarinetes

oboes

teclas  soplos 

despierta stradivarius

percusiona silencios 

y espera... 

espera que el mar

cante

su música de fuego.

 

Será otra nueva luna quien anuncie la próxima caricia templada por las olas. El mar embravecido, desplegará una orquesta en el murmullo acompasado de la brisa. Le encallará ternuras bajo caparazones de anónimas arterias para esconder su mueca.

Mientras tanto

ella espera exiliarse

en los acordes postergados

de un poema.

 

© Silsh
(Silvia Spinazzola)
-Argentina-

 
     
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