19/10/2006
La derrota.
Por Alma dormida
La inmediata derrota individual y conocida y, también, la que es en grupos, bandos, partidos, partidas, lugares y huecos hostigos. La derrota se nutre de sincerísimas mentiras y de falacias de oro, llenan el cuerpo de clavos y de estigmas y, en el fondo, es resistencia castoreña a la realidad. La derrota no llega al castillo último de la mente y del pensamiento, y solo se nutre en el cuerpo, a veces incluso con golpes, torturas y la muerte. La derrota es, en este caso, una antesala de la muerte, incluso en guerra no declarada, como el dolor lo es, en la paz. En la paz de los suizos, por la impenitente tentación de la equidistancia, el cuco es la única labor humana que sobresale, como en la época sangrienta y seminal de los Borgia todo el renacimiento forecía entre muertos y envenenados. En la guerra, de igual manera se da la proscenio y el camarlengo en la derrota - acerico de dolores- mientras que en la paz solo el condottiero despertante del dolor nos sacude el sopor lácteo. La derrota es triste, amarga, tiñe de razón aunque a veces no fuera del poder del que la sufre sino en pequeñas diócesis o nocturnas minucias. La derrota en las familias de los ausentados, en la otra cara del azogue del espejo, trae infinitas y pletóricas ausencias, vacíos como de cámara acorazada, tiempos cristalizados en triclínicos perfectos, y un crepitar del tiempo como piara indecente hozando en las vísceras. Las familias de los preteridos, anclas a la deriva, viven un tiempo de sonata sin sol o sin do, también son tiempo sin zapatos, lluvias sin comida, reloj sin cine. Un algo faltar, un siempre echar de menos, un poco el morir y un mucho el no estar. Eso es la derrota, en pequeño resumen, la tristeza del perder, sin alharaca folklórica sino de borbotón negro, turbia y silenciosa, y eso es el perder o dejar de tener a alguién y lavar en las aguas del río que da a la laguna Estigia cada una de las imágenes que fueron derrotadas. La derrota vive en el terreno del no estar, del no ser, muchas veces como mi admirado Levi (174517) del no-existir (peor que el morir). En la cara soleada la victoria además de ser el dalle de los filisteos y de los amotinados es la excrecencia, como de rata en esquina o araña en casa vieja, de los que son, están, permanecen, se les ve, quieren ser vistos, ser tenidos en cuenta y vivir el orgullo, la vanidad y la ignominia de saberse asesinos: Fallebas de la moral, aldabas de la verguenza. El gran aliado, el gran enemigo en este juego de dados y terciopelo negro: la memoria. Traigo un poema de una perdida de oquedad, austral vacío, océano pacífico, no natural y de orificios atlánticos que atraviesa, rodean, hacen suyos los miedos de los muros de las personas. Habla Silvia Spinazzola sobre la desaparición no deseada de una persona, no lo deseo el o ella ni los que por el o ella esperaban. Silvia Spinazzola es argentina que es, casí, como decír ser español en Francia en 1940. Su poema me ha llenado, como llenan los niños en sus juegos las latas de sardinas de tierra, agua, o trocitos de hierba recien cortada, de un dolor de cepo, de una pena de glaciar, de un tiempo de gris y de una rebelión novedosa: si nos quieren callar; más hablaremos.
Sin preámbulos copio el poema de Silvia Spinazzola, un deber leerlo, otro deber no olvidar:
ANTICANCERÍGENO
Explorar bajo la piel de la memoria
limpiarnos de silencio
ejercitar pandemia de coraje
- es sabido -
provoca malestar / crea anti-cuerpos.
Sintomáticamente se inflama alguna célula.
Degenera en pezuñas
se relame se eriza se masturba
el tumor dispuesto
a eyacular con su proyecto.
Induce a la erupción
se fagocita
a ese cuerpo-testigo
de la historia.
Delatora metástasis babea
cuando asoma su blanco en el colmillo.
Con urgencia
habrá que socorrer a la VERDAD
por todos los reductos.
Aglutinarnos hasta abrir
la trama que supure
señales del ausente.
© Silsh (Silvia Spinazzola)
-Argentina-
Por Jorge Julio López (desaparecido 30.001) Argentina - Set/2006