El escritor sabe
que él y todo cuanto lo rodea
será tragado por el mar amenazante.
Entonces
sentado sobre la balsa moribunda
toma su sangre y empieza a escribir.
De Jurisdicciones
Jurisdicción de la palabra
Hay una alta eternidad en las palabras
que no son ni feas ni lindas
sino tan precisas como las personas
verdaderas o falsas
y no deben distraernos
los adjetivos
que a veces
son como espurios brillos
salmodiando la frivolidad.
Jurisdicción del revoque
Frente a mi puerta
hay una pared que me saluda
todas las mañanas.
No tiene azulejos
ni un árbol que le dé la espalda.
No tiene las patas de un pájaro
verdes salamandras
ni conjuntivitis.
Está desnuda la pared saludadora
atrincherada y presa en su trinchera
esperando
un mensaje de amor
una puteada
el fruto de una brusca calentura
algo que la vuelva diario
para tener todos los días hojas nuevas.
Sin embargo me saluda
cada sol
con su pesada gota de revoque
y por algún retazo
me muestra el rojo vivo de su entraña.
No me va a convencer
por mucho que haga
me cuesta creer su corazón de piedra.
Jurisdicción de la lluvia
Las manos de la lluvia
me abrazan como una vieja prostituta.
En algún momento ha de parar
en algún momento
cuando dejen de cantar bailar mis uñas
y salga de este bar
desde el que miro
a la necesidad con impermeable
esquivar el costado de los charcos.
Nunca se va con la cabeza tan baja
como cuando llueve.
En mi país
por las cabezas bajas
parece que lloviera desde antes del diluvio.
Siempre que llovió paró
mienten los satisfechos
mirando regocijados sus testículos secos
y un ombligo de plástico que ríe
pensando
que para los otros que van a lo de siempre
esta puta tormenta
no ha de parar jamás.
Jurisdicción del pragmatismo
Siempre me gustó aquel viejo cuento
en el que un espermatozoide rengo
desesperado
por crear el niño más hermoso
era ayudado por los otros a salir.
Tuvo mala suerte
en su única oportunidad
se estrelló contra un puto azulejo.
El cuento tenía
un estupendo mensaje solidario.
Otra versión
cambia el final.
Al parecer
hizo feliz contacto con el óvulo
y desde allí
refugiado tal vez en la placenta
eliminó
a los miles que lo habían ayudado.
Eso es todo
en realidad
no conviene que hablemos de política.
De Magia y Poesía
INDOLE HUMANA
La muchacha hipnotizada
cumple las órdenes del mago
bebe su copa de cianuro
y el público aplaude emocionado.
INCAPACIDAD
El ilusionista hizo desparecer la Torre Eiffel
la Empire State y las Pirámides de Egipto.
Desapareció la Estatua de La Libertad
Las Gemelas y la Gran Muralla China.
Sin embargo
no puede con las cucarachas
que asolan
su cuarto de pensión.
PROFECÍA
El mago llega a Papa Citi y vaticina:
-va a subir el precio de la papa-.
La papusa más papa le pregunta
si habla de papa negra o papa blanca.
-Subirá la papa
la papa azul
la papa verde
las setecientas variedades de papa
y hasta la papa más papista que el Papa-
contesta el mago de cacofónica papada
mostrando una papa redonda
una papa cuadrada
una papa transgénica
una papa empapada y hechos puré
todos corren con la noticia papa
-papá quiero papa
diez kilos de papa
cien kilos de papa
mil kilos de papa-
y la papa en dos horas pasó a ser utopía
no se encontraba papa ni en las joyerías
y creció como una papa aquel mago bursátil
pues papa se había cumplido su magna profecía.
De Poemas para leer con antiácidos
MONOLOGO TELEFÓNICO ENTRE UN YANQUI
CONFUNDIDO Y SU AMOR QUINTAVENIDA.
a Marcos Silber
poseedor del humor necesario
No se puede ir a La Habana en un Plymouth amarillo
no se puede ir en un Ford ni tampoco en Chevrolet
te llamo para decirte que te quiero mas percibo
lo imposible de tu mano bajo mantos de banderas
y un huracán de intenciones.
Las ideologías se confunden en tu teléfono blanco
quiero hablar de lo posible en la tarde de Manhattan
detenerme para que subas desteñidos abalorios
en mitad de los trigales donde la historia engendra
su próximo sarcasmo.
No se puede ir a La Habana en un Plymouth amarillo
desde New York la inquietud por tu edad capitalista
anulará la autocrítica y las dietas macrobióticas
sobre el arco de utopías que abismará en el Caribe
a un Goliat americano.
Imposible comprender la plusvalía eligiendo los aretes
ajena tu nariz a la información que viniendo de Cuba
remonta el recelo hasta el piso último del Empire State
y pongo otra moneda a 90 millas del gran supositorio
que apunta a Kin Kong.
No se puede ir a La Habana en un Plymouth amarillo
lo incierto obstruye mientras te pintas las uñas y no sé
si un paso atrás dos adelante en lo nuestro es objetivo
presagio desventuras en el insomnio de Hemingway
a las 4 AM de su habano final.
Dudo en buscar tu blusa dialéctica y turgente
como la Sierra Maestra que propongo para dos
ahora que América se abre como tus labios pintados
preguntando al materialismo qué medias vestir
en tu primera cita con la Revolución.
No se puede ir a La Habana en un Plymouth amarillo
entre la riqueza los añicos y la basura de Wall Street
baja el azúcar como una cortina dispuesta al bloqueo
en tanto nuestro pasado deambula por el Central Park
desnudo como un fauno capón.
He decidido no ir a buscarte en mi Plymouth amarillo
mi barba somera y subjetiva te causará conmoción
y uniforme verde oliva el viejo Marx me advierte:
-la historia se repite primero como tragedia y luego
como farsa para televisión-.
De El color de Harlem
EN VANO
John Lennon canta un blues en la estación de subte
Un policía observa obstinado en su aprensión
A una muchacha negra de increíble belleza
Que quizá lleve un kilo de anarquista pasión
En su gran bandolera vacía de certezas
Vacía como los rieles de su preocupación
Ella lleva el mensaje de su lápiz cereza
Sin ver al policía ni escuchar la canción.
John Lennon canta un blues en la estación de subte
"Ayúdame
Ayúdame a ayudarnos" reitera en su oración
La guerra
Sucede en otra parte pero nace en nosotros
La vida
Viaja en un tren de carga que nunca ha de llegar.
John Lennon canta un blues en la estación de subte
Sabe que para nada servirá su canción
El Hombre es un desgaste una ruina que piensa
Sin más alternativa que su propia ambición
Muchas veces la muerte parece el objetivo
Y la vida un fatídico capricho de ese dios
Absurdo pasajero de trenes que no llegan
Por mucho que John Lennon suplique en la estación.
© Julio Carabelli
(Argentina - 1938/ 2014) |