No me preguntes más
cómo me hice
amiga de la muerte.
Ella solita
se presentó una noche
arrimando una silla.
Compartimos un mate
a su salud
charlamos de los bueyes
perdidos en el tiempo
y al irse
una pulsera
me dejó en el tobillo.
Así fue que la vi
que aprendí a conocerla
a no temer su rostro
huesudo cavernario.
Después...
después ya fue el espejo
quien me contó los surcos
mostrándome el terrible
parecido.
Qué más da que le huya
que la niegue o la espante
si camina mis pasos
atada a su grillete.
No me persigas más
con tus preguntas.
No estaré aquí
cuando tengas respuesta.
© Silsh
(Silvia Spinazzola)
-Argentina-
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