colores de las tardes tejidas entre líneas
si ya no puedo darte más que un cuarto de luna
o esa lluvia rebelde arañando la piel.
No me pidas coraje, ni artificios estériles,
ni los negros y blancos de mis reflejos grises.
Sólo tengo cien pausas ancladas en las manos,
migajas del desierto.
Ya no quiero saber
de jirones que arrastras en tintas diluidas,
ni balancear estrellas por suicidar el grito.
No volveré a dejarme