Amarrada a tu boca, rendida a tus caprichos, me entrego a la delicia, desechando las líneas de tantas cobardías que nunca fueron dichas. Y descubro el misterio de volver a tenernos sedientos de ternuras jurando amor eterno. Desde el certero instante que apretaste mi talle, poco a poco, temblando, conmoviste mi sangre callada, que no duerme, para recuperarme suspendida en anhelos, pronunciando el deleite de acurrucar mis duendes dentro de tus silencios. Con tus manos besando mis pétalos nacientes voy camino al delirio. Desandando la historia truncada en el desierto de enmudecidos miedos para vaciar despojos de infamias perimidas poniendo todo en juego desnudos de fronteras. Perturbado el otoño nos retorna las hojas de aquel árbol reseco para exprimir la savia de su raíz dormida. Y aquí estamos nosotros descubriendo matices de abrazos contenidos entregados al gozo de reencontrar la vida.